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El sorprendente link entre el estrés y la memoria


Dedicas semanas a estudiar para un examen importante. Llega el gran día y, presa de los nervios, esperas a que te entreguen tu hoja. Vas a avanzando en las respuestas, y te piden la definición de "ataraxia". Ya conoces la palabra, pero tu mente se queda en blanco. ¿Qué ha sucedido? La respuesta está en la compleja relación entre el estrés y la memoria. Hay muchos tipos y grados de estrés, y distintos tipos de memoria, pero veremos la manera en que el estrés de corto plazo afecta la capacidad de la memoria para retener información.

En principio, es importante comprender cómo funciona este tipo de memoria. La información que leemos, oímos o estudiamos se transforma en recuerdo mediante un proceso que consta de tres pasos.

· Primero se produce la adquisición, el momento en el que encontramos información nueva. Cada experiencia sensorial activa áreas únicas en el cerebro. Para que estos recuerdos perduren el hipocampo debe consolidar estas experiencias sensoriales, influido por la amígdala, que maneja las experiencias asociadas con las emociones fuertes.

· El hipocampo codifica los recuerdos, quizá fortaleciendo las conexiones sinápticas estimuladas durante la experiencia sensorial.

· Una vez codificado ese recuerdo, luego puede ser evocado o recuperado más tarde. Los recuerdos quedan almacenados en todo el cerebro, y se cree que la corteza prefrontal da la orden de rescatarlos.

Pero ¿qué impacto tiene el estrés en cada una de estas etapas? En las dos primeras, el estrés moderado puede hacer ingresar experiencias a la memoria. El cerebro reacciona ante el estímulo de estrés liberando hormonas llamadas "corticoesteroides", las cuales activan un proceso que detecta las amenazas y reacciona ante ellas en la amígdala. La amígdala ordena al hipocampo consolidar la experiencia que derivó en estrés, y la transforma en recuerdo. Entretanto, el flujo de corticoesteroides originados por estrés estimula al hipocampo, que también impulsa la consolidación del recuerdo.

Pero si bien cierta cuota de estrés puede ser positiva, el estrés extremo y crónico puede tener el efecto opuesto. Los investigadores lo han probado al inyectar hormonas de estrés directamente en ratas. A medida que aumentaba la dosis de corticoesteroides, las ratas tenían mejor rendimiento en las pruebas de memoria al inicio, pero disminuía a dosis más elevadas. En humanos, vemos también un efecto positivo similar con un estrés moderado. Pero eso se manifiesta únicamente si el estrés está asociado a tareas de memoria. Es decir que la presión del tiempo puede ayudarnos a memorizar una lista, pero no si alguien nos da un susto. Y si durante semanas, meses, o incluso años, hay una producción sostenida de corticoesteroides por estrés crónico, el hipocampo puede resultar dañado y puede resentirse la capacidad de construir nuevos recuerdos.

Sería ideal que cierta cuota de estrés también ayudara a recordar información, pero lamentablemente ocurre lo contrario. El acto de recordar depende de la corteza prefrontal, que maneja el pensamiento, la atención y el razonamiento. Cuando los corticoesteroides estimulan la amígdala, esta inhibe o reduce la actividad de la corteza prefrontal. Esta inhibición se produce para que la reacción de lucha, huida o parálisis prevalezca sobre el pensamiento más lento y razonado en una situación de peligro. Pero esto también puede tener el desafortunado efecto de poner nuestra mente en blanco durante un examen. Y luego el esfuerzo por recordar algo puede ser un factor de estrés en sí mismo, lo cual genera un círculo vicioso de mayor liberación de corticoesteroides y la posibilidad aún menor de poder recordar.

¿Cómo podemos, entonces, aprovechar el estrés y conservar la calma en el momento más decisivo? En principio, si sabemos que viviremos una situación de estrés, como un examen, probemos practicar en condiciones similares a las del entorno estresante. Lo inesperado puede ser un factor de estrés. Practicar bajo presión temporal o trabajar sobre un escritorio y no en un sillón puede hacer que la respuesta al estrés en estas ocasiones sea menos sensible durante el examen en sí. El ejercicio físico es otro recurso muy útil.

Un mayor ritmo cardíaco y respiratorio está ligado a cambios químicos en el cerebro que ayudan a reducir la ansiedad y a aumentar la sensación de bienestar. Se cree que el ejercicio regular mejora el ciclo del sueño, que sería ideal la noche previa al examen. Y el día del examen es recomendable respirar profundamente para contrarrestar la reacción de lucha, huida y parálisis. Se ha comprobado que los ejercicios respiratorios reducen la ansiedad en los exámenes en grupos que van de niños en edad escolar a estudiantes de enfermería. Por eso, cuando tu mente quede en blanco en el momento crítico, inspira profundamente hasta recordar lo que es la ataraxia: un estado de calma, libre de ansiedad.


Fuente:

https://www.ted.com/talks/elizabeth_cox_the_surprising_link_between_stress_and_memory/transcript

Por: Elizabeth Cox | TED-Ed

Spanish translation by Paula Motter. Reviewed by Sebastian Betti.

Transcripción del video.

Foto: Freepik

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